3 nov 2008

Que tonta eres...

17 de Noviembre de 2005 Jueves

Hoy Gina hizo algo muy tonto y lo voy a contar, ya que estaba arriesgando su salud. No lo puedo creer, eso no es tan típico de ella.


Cuando subí al carro, Gina estaba sonrojada más de lo usual y casi no me hablaba. Creí que había hecho algo estúpido y la estaba avergonzando. Por tal motivo, empecé a ver todo a mi alrededor. Pero no encontré nada, incluso se rieron el resto de niños del carro.

Así que, cuando llegamos al colegio, vi que ella
dormía en las clases. Pensé que era raro, ya que siempre suele prestar bastante atención. La miraba varias veces para saber por qué siempre parecía muy cansada o con sueño. Cuando le pregunté qué es lo que le pasaba, ella respondió:
- Disculpa, es que he estado estudiando casi toda la noche.


En cierta parte le creía, pero no había prueba de alguna materia en la semana. Hasta que la volví a mirar y estaba dormida. Por alguna razón se me ocurrió tocarle la frente y, cuando le toqué la frente, estaba tan caliente que sentí que incluso me dolió la mano. En el momento que sonó el timbre del recreo, tuve que llevar cargada a Gina a la enfermería y, cuando llegué, la enfermera se había ido a un hospital a buscar "no sé qué". Así que llamé a su casa para que sus papás la llevaran. Su abuelito me contestó y me dijo que sus papas habían viajado hace dos días. Le pregunté a su abuelito si él la podría llevar a su casa; sin embargo, su abuelito me dijo que si pudiera lo haría, pero tenía una fractura en la pierna y no podía. 
 
No había otra alternativa, le pedí al subdirector de favor para que yo pudiera salir del colegio hasta dejar a Gina es su casa. El subdirector, al principio se negó, pues pensó que cualquier profesor disponible podía hacer. Sin embargo, todos los profesores estaban ocupados con alumnos y actividades pendientes, pues estaban atrasados. Por ello, después de un buen rato casi acabando el recreo, aceptó, pero con la condición de llegara rápido y que en otro momento le devuelva el favor. Como siempre, un comediante y buen amigo de todos el subdirector. Le dije que sí y me abrieron las puertas del colegio para salir.Lo primero que hice fue tomar el bus, que pasaba cerca de las doce. Durmió en mi hombro casi todo el camino. Cuando estábamos cerca, a unas manzanas de su casa, bajamos, dado que el bus iba por otra dirección. Ella estaba tan débil que la tuve que cargar por el camino; además, parece que se empeoró en el camino, pues  a veces no se sujetaba de mí, lo que me preocupó y tuve que comprarle dos pastillas en una farmacia que encontré en el camino para que se le baje la fiebre. Se las tomó y luego partimos para ir a su casa. En el camino, me dijo que la bajara un rato, pues quería caminar y me hizo conversación:
- Lo lamento, por mi culpa tienes que hacer todo esto.


Le dije un poco sonrojado:
- No te preocupes, estamos juntos, eso quiere decir que nos cuidamos
y protegemos en los problemas que tengamos. No te preocupes de nada, así que deja de disculparte hasta que lleguemos... Además, estoy fuera del colegio, qué más puedo pedir.

Seguimos conversando un rato más, incluso me bromeó de que debía llegar rápido al colegio para que le pase las tareas. Después de un rato de caminar y conversar, me pidió que la volviera a cargar, pues se sentía muy cansada. Se subió y se echó en mi espalda, se escuchaba más tranquila. Cuando llegamos a su casa, su abuelita me abrió la puerta y me pidió d
e favor que la dejara en su cama. Por mí eso era normal, subí a su cuarto y la dejé en su cama. Por mi parte también estuve cansado, pues la cargué mucho rato. 
 
Bueno, cuando vi a Gina durmiendo, me empezó a palpitar el corazón y quería manosearla de forma no apta para toda la familia, sobre todo porque recordé mi sueño. Pero, para no hacer nada de eso, me di cachetadas, me dolió mucho, pero lo hice para no tocarla indebidamente. Unos momentos después que hice eso, Gina se empezó a reír, me asusté, me quería ir, pero me cogió de la mano y me dijo:
- Pequeño pervertido, veo que eres fuerte y no sigues lo que dice tu cuerpo HAHAHA. Entonces, sé que no le puedes hacer nada a Estéfani, ahora me siento más tranquila.


Me sonrojé como tomate, ya que Gina vio lo que iba a hacerle. Me despedí de ella y se quedó echada riéndose. Cuando bajé, sus abuelitos me agradecieron y querían que me quedara un rato a conversar, pero les dije que no podía, porque el director me dio un tiempo limité. Regresé al colegio, aunque me desvié un poquito y tome el camino largo.

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